domingo, 18 de septiembre de 2011

En blanco y negro

Una partida. Eso era todo lo que nuestro rey necesitaba como prueba definitiva.
Intercambiaron miradas durante todo el juego, ella se fijaba en cada sutil movimiento y danzaba por la sala con un brillo especial, poderosa.
El monarca difícilmente disimulaba el deseo que se encendía por momentos, paralizado. Los presentes, admiraban el baile, atónitos ante la estrategia ensayada de la dama.
Se acercó a su oído y "Jaque mate", susurró. Nunca debió enamorarse del enemigo.

1 comentario:

  1. El monarca jugó una partida que tenía perdida desde el principio. Ni enrocándose hubiera ganado.

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