martes, 14 de diciembre de 2010

La de rayas, su preferida

A veces se sorprende a sí mismo pensando la forma de salir de allí. Otras, como ahora, cuando sólo puede pensar en mordisquear el melocotón que olvidó sobre la encimera de la cocina. El melocotón era su fruta, sin duda. Le vuelve loco su sabor exótico, sus pigmentos cálidos, el tacto agradable.
Las camisas de rayas también habían sido sus preferidas, sin embargo ha perdido el gusto por los trazos horizontales, así sin más y de un día para otro. Recuerda con ternura los aromas, guarda en su cabeza pequeños cajones que abre al pronunciar el nombre de las cosas. Piensa en esa camisa, la de rayas, su preferida; y se abre la gaveta que le empuja a inspirar fuertemente, haciendo ademán de llegar hasta el armario, el de su casa, y distinguir la mezcla de detergente y suavizante tan perfecta que ella conseguía. Despierta aturdido de ese trance momentáneo y se toca la ropa. No huele a jazmines ni a lo que demonios fuese aquello que guardaba en la memoria, simplemente no olía y el tacto no era, ni mucho menos, parecido al de un melocotón. Aquello eran recuerdos, tan o más importantes que las imágenes o los objetos. Nunca fuera había percibido su importancia. Ahora siente que el olfato es lo único que le une con el exterior.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Encuentros aéreos

Me horroriza la idea de no encontrarme a mí misma. Quizá por eso y no por otra cosa totalmente distinta, cada día cojo mi jet privado y recorro el cielo grisaceo. Grisaceo por la ceniza de los cigarrillos que la ansiedad hace a la gente fumar en momentos de angustia, no por el mal tiempo, qué va. Pues eso, me subo a la aeronave, lleva mi nombre escrito con estilográfica y una caligrafía impecable. Alguien me espera ansioso allí dentro, veo una sonrisa a través del ventanal, puedo respirar un aire familiar a dos pasos de la puerta. Siempre puntual, allí estoy yo, esperándome. No es difícil encontrarte si sabes dónde hacerlo. Me molesto en conocerla, es una mente inquieta con mucho que aprender, también mucho que mostrar. Charlamos durante horas en cada trayecto, horas dentro de ese habitáculo que se traducen en segundos fuera de él. Viajes a ninguna parte que me trasladan a los lugares más reconditos de un laberinto difícil de esquivar. No importa, me gustan los retos.
Después, vuelvo al origen de todo, aterrizo, caigo suave y levemente sobre el mismo lugar en que embarqué, pero no le dejo irse. Ahora lo tengo en mi mano, pienso qué haré con él. Quizá el próximo día haga un velero con sus piezas y empiece esto de nuevo. Ella estará dentro, no le aterra el mar.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Relatos verticales I

Estas barras ficticias, verticalemente infinitas e imposibles de esquivar, son lo que nos separa de la felicidad. ¡Malditos barrotes!. Vuelvo a quejarme otra vez, lo siento. Es que no sé cómo lo haces para estar tan sereno y sonriente, me sacas de quicio. Tu optimismo me desconcierta, me irrita... como ese sonido chirriante que hacen los tenedores afilados sobre la cerámica de los platos, de esas cosas que te pellizcan el cerebro. Deja de hacerlo, ¡quita esa sonrisa! Empiezo a pensar que realmente crees en lo que predicas, tienes un don natural, debe ser algo con lo que has nacido. Consigues disfrutar y sacar jugo de las cosas de las que nadie consigue hacerlo. Algo así como un MacGyver del ánimo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Shujaa Graham

No estoy en el sitio propio ni habitual para este tipo de escritos reflexivos, pero he sentido la necesidad innata de comenzar a escribir casi en trance y de forma compulsiva lo que pasa por mi cabeza. Y digo cabeza por no decir páncreas, colon, cerebelo y demás partes de mi cuerpo que siento tocadas y removidas.

El placer inmenso de escuchar a un hombre que ha vivido una vida realmente dura, si a eso se le puede llamar vida, y cuenta su historia como si no tuviera nada que envidiar al resto de personas que escuchan en la sala. Su voz, ronca, pero fuerte y sonora, denota seguridad y necesidad de ser oída, promulgada. Los ojos, siempre llorosos, pero firmes y jamás ausentes, se clavan en mis pupilas. Siento por un momento que el mensaje que transmiten va dirigido a mi exclusivamente, aun teniendo a mi alrededor otros, quizá, cien oyentes.
Privado de su vida, despojado de su libertad y su dignidad. Sin embargo, aquí está, recorriendo miles de kilómetros para contar su historia y que cosas como ésta que estás leyendo ocurran. Sembrar semillas en mentes jóvenes, esperar que medren y den como fruto un mundo más justo.

Shujaa Graham, de familia paupérrima, apenas tenía para comer. Llevaba una vida rural junto a su madre, abuela y hermanos. Ahora, la madurez le ha explicado por qué su madre tuvo que dejarle en el campo y emigrar a la ciudad. Años después pudo reunirse con ella de nuevo, en la tierra del racismo y los abusos policiales.
Entró en prisión con 18 años por un delito menor, allí aprendió a leer, escribir, estudió para poder defenderse ante la justicia. Sus compañeros fueron quienes se lo enseñaron todo.

Sin poder contener las lágrimas y tras un silencio reflexivo, cuenta que en su mente, grabado a fuego, sigue el día en que fue acusado del delito que no cometió, 17 de noviembre de 1973, y por el que sabía pagaría injustamente, era una persona pobre y de color.
Con 22 años veía como el fin de su vida se acercaba y su inocencia no sería demostrada. La impotencia, se convirtía día a día en desesperanza. Su compañero de celda, condenado igualmente a muerte, lo sacaba del pesimismo y le confiaba fuerzas para continuar.

Finalmente, su inocencia y su libertad, restauradas. Ahora, lleva más de veinte años fuera de la cárcel, pero vuelve a menudo para que los que allí sigan sepan que no están solos. A los mismos que le robaron la vida, ahora les planta cara para hacerles entender que no está vivo gracias a ellos, si no a dos amigos que desde fuera lucharon por su excarcelación, y ésto no le resta inocencia.

Porque nunca se puede estar seguro al cien por cien de la culpabilidad de las personas, la inocencia vale una vida, después de muerto, vale nada.

Shujaa se despedía conmocionado, entre aplausos y con el puño arriba. Sabía que sus palabras y su experiencia no habían sido en vano. Nos animaba a acompañarle en su vital lucha por el respeto de los derechos humanos, uno a uno a todos los asistentes, con un abrazo y palabras alentadoras. Aún se puede hacer algo por el mundo.

http://www.witnesstoinnocence.org/
Aquí su historia y la de otros que, como él, sobrevivieron a la pena de muerte.

"We need a government that would be so sensitive to the needs of the people that its every endeavor would be towards building peace and happiness and not preying on the misery of people. And that’s really how the death penalty goes,it preys upon people’s fears"
Shujaa Graham

domingo, 22 de agosto de 2010

El video de la polémica

Auschwitz.
¿Sensación extraña al oir esa palabra? Pues sólo es una palabra. Ahora imagina haber estado allí y vivir para contarlo. Es más, sobrevivir al holocausto y volver al campo de concentración. Si a eso le sumas el coraje para hacer comedia de la situación y celebrar que has conseguido superar diez lustros de vida, obtienes esto
:




Pincha aquí para ver la parte 3, detrás de las cámaras.

Opiniones varias y polémica asegurada cuando se toca un tema tan sensible como este. Ya somos mayorcitos, cada uno que forme su criterio.

viernes, 23 de julio de 2010

Confesiones patológicas

El día que me diagnosticaron melomanía mi madre lloraba, mi abuela se echaba las manos a la cabeza preguntando por qué y una ciudad entera se estremecía con la noticia.

Desde entonces los pelos se me erizan como escarpias con una canción, la piel de gallina deja ver cada relieve de mis poros y una sensación de ahogo casi orgásmico me estremece cuando una melodía consigue despertar la enfermedad.
No, no exagero. Ciertamente esta dolencia magnífica llega a límites insospechados. Algún día dejaré que un matasanos desmañado se regocije mirando mis sesos, escarbando en ellos intentando averiguar por qué una jovenzuela, en apariencia normal, podía disfrutar de tal acto inexplicable.

Me dejo caer en la cama, en seguida los sonidos envuelven el ambiente, me envuelven. Llega el momento de experimentar, cerrando los ojos, el mezclar pensamientos y acordes, sentimientos y compases... y el primer minuto me estremece, después la paz absoluta.
Vuelo, me deslizo por lo alto en la montaña del subconsciente. Aqui llega el momento, el instante preciso en que el pecho se me encoge y no siento nada, nada excepto bienestar. Los pensamientos se van, los problemas desaparecen, ralentizo la velocidad de mis latidos. Ni siquiera recuerdo cómo se escribía, no hay normas, no hay reglas. Las palabras fluyen, los pensamientos las acompañan.
Alcanzo el punto máximo de la armonía, armonía conmigo misma. Y pienso, si la humanidad pudiera experimentar este instante asi como yo lo hago ahora, las cosas serían diferentes. Realmente una canción tiene ese poder, la música puede hacerte llorar, sonreir, es poderosa...

Incluso llego a temer que algun día este poder se vuelva contra mi.

jueves, 15 de julio de 2010

Hoy ha sido una tarde solitaria.

Al oir esto más de uno pensará que he tenido una tarde mediocre. Al contrario. Esta soledad es de esas que te pide el cuerpo, como un desaparecer-por-unas-horas y dedicarte a cosas simples, mundanas.

Pues bien, me he acercado a la librería más próxima, no sin antes pararme a echar un vistazo a los vinilos usados de una tienda de segunda mano (tengo un asunto pendiente con estos trastos...).
Después de consumir la paciencia de varios dependientes y conocer a unas siete personas con ganas de aconsejar, decidí (vox populi) que el libro que más se ajustaba a mis necesidades litararias era Caín. Se ha dado una vuelta conmigo por la margen derecha del rio Mondego, hasta que finalmente escogí un banco, en apariencia confortable, en medio de un parquecito tranquilo.

Primera página. Saramago ya empieza a enredar con su prosa crítica y sarcástica. La no-puntuación de los diálogos me desconcierta al principio, después es pan comido.
Miro de reojo a los viejetes paseando, las parejas besuqueándose y los cachitas haciendo músculo; la risa floja de una persona sola asusta a cualquiera.
Pero no estoy sola, ni mucho menos. Allí conmigo adán, eva, dios, y el cómico querubín que éste puso a controlar el paraíso. Por cierto, él* es quién "minusculariza" los nombres propios, no yo.





Hablando de palabras, voy a desvariar un poco...

"Un, dos, tres, responda otra vez.
Elija una palabra del vocabulario castellano.
Mmmm... Dédalo! si, esa es mi elección"





*José Saramago.

miércoles, 7 de julio de 2010

"Coimbra é uma lição de sonho e tradição

O lente é uma canção e a lua a faculdade
O livro é uma mulher só passa quem souber
E aprende-se a dizer saudade..."


Entre "cavaquinhos, bandolines, violas e violões", quien habla disfruta de un verano espectacular en la ciudad portuguesa del saber, por excelencia.

Empapándome bien de la cultura del país, literatura (Saramago, Camões, Garrett...), gastronomía (véase cantinas universitarias) y costumbres varias, la parte portuguesa que me caracteriza emerge para confundir al personal. Alguien ha pensado que era de San Francisco. Otros, sin embargo, apostaban por mi nacionalidad portuguesa, del norte claro (el caso es que el acento no les encajaba muy bien por estos lares). Definitivamente, tras conversar largo y tendido y por muy lusitana que me sienta, el acento es el acento. De León, soy de León cojona!

Luego aparecen las encogidas de hombros (la mayoria de la gente es extranjera) y junto a esa frase, la ya conocida coletilla... "perto das Asturias".

Desde la Sé Velha aquí dejo unos versos de Camões
Que la poesía es cursi, vale, pero llega.



"Amor é fogo que arde sem se ver,
é ferida que dói, e não se sente;
é um contentamento descontente,
é dor que desatina sem doer."

miércoles, 9 de junio de 2010

Der siebente Kontinent

El Séptimo continente (1989)




felicidad.

(Del lat. felicĭtas, -ātis).

1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

2. f. Satisfacción, gusto, contento.

3. f. Suerte feliz.





Ésto es lo que pasa cuando Michael Haneke entra en el salón de tu casa y enciende la pantalla de tu ordenador, tienes algo sobre lo que escribir y una noche entera para reflexionar. La historia de una familia real consumida por una vida aparentemente perfecta.

¿Dónde esta la diferencia entre creer que se es feliz y ser feliz? Esa era la pregunta que anoche Pablo y yo discutíamos desvelados de madrugada. Reflexionar sobre el significado de la felicidad y la posibilidad de alcanzarla no os llevará a ninguna parte, creedme.

"Sólo sabes lo que es ser feliz si has sido infeliz antes", o después.

¿Qué pasaría si perdieras todos tus bienes materiales, si todo lo que posees se esfumase por el inodoro? No tirarías de la cadena, ¿me equivoco? Vivimos rodeados de cosas que nos condicionan a diario, creyendo que cuanto más tenemos, más felices somos.

Haneke nos hace despertar de esa duermevela en la que estamos inmersos y de la que pocas veces podemos salir. Invita a reflexionar con cada detalle de este filme.


martes, 8 de junio de 2010

Señores y Caballeras

Hoy es el día. El vigesimoprimer año que una servidora comparte oxígeno con el resto de los mortales. Podría tomarmelo como un día cualquiera, pero hoy las cosas tienen un aspecto diferente, una Cara-B.
Además, siempre me había planteado la posibilidad de abrir un blog. No lo había hecho porque no había encontrado un motivo de peso.
Hoy es el día. Tengo ese motivo. He visto las cosas desde otra perspectiva.