jueves, 15 de julio de 2010

Hoy ha sido una tarde solitaria.

Al oir esto más de uno pensará que he tenido una tarde mediocre. Al contrario. Esta soledad es de esas que te pide el cuerpo, como un desaparecer-por-unas-horas y dedicarte a cosas simples, mundanas.

Pues bien, me he acercado a la librería más próxima, no sin antes pararme a echar un vistazo a los vinilos usados de una tienda de segunda mano (tengo un asunto pendiente con estos trastos...).
Después de consumir la paciencia de varios dependientes y conocer a unas siete personas con ganas de aconsejar, decidí (vox populi) que el libro que más se ajustaba a mis necesidades litararias era Caín. Se ha dado una vuelta conmigo por la margen derecha del rio Mondego, hasta que finalmente escogí un banco, en apariencia confortable, en medio de un parquecito tranquilo.

Primera página. Saramago ya empieza a enredar con su prosa crítica y sarcástica. La no-puntuación de los diálogos me desconcierta al principio, después es pan comido.
Miro de reojo a los viejetes paseando, las parejas besuqueándose y los cachitas haciendo músculo; la risa floja de una persona sola asusta a cualquiera.
Pero no estoy sola, ni mucho menos. Allí conmigo adán, eva, dios, y el cómico querubín que éste puso a controlar el paraíso. Por cierto, él* es quién "minusculariza" los nombres propios, no yo.





Hablando de palabras, voy a desvariar un poco...

"Un, dos, tres, responda otra vez.
Elija una palabra del vocabulario castellano.
Mmmm... Dédalo! si, esa es mi elección"





*José Saramago.

1 comentario: