Le pareció oír el sonido que hace la madera de arce cuando es violentamente golpeada por un par de nudillos. Tan rápido como apoyó su cigarrillo en el alféizar de la ventana, corrió a abrir la puerta. No había nadie allí, pero sintió de nuevo esas ganas irrefrenables de ver la tinta de su pluma correr por el papel, las náuseas provocadas por las palabras que no pueden esperar a ser escritas, y las voces de los personajes que inventa para hacer uso de ellas. Alguien le había devuelto todo aquello y no sabría agradecérselo.
Podría escribir parrafadas ahora mismo.
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ResponderEliminarPara mí que son las musas llamando a la puerta, aunque no sé si tienen nudillos...
ResponderEliminarUhmmmm... me alegra!!
ResponderEliminarviolentamente golpeada hasta que le sangraron los nudillos
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